COVID-19 es una de las mayores crisis de salud pública de la historia reciente. Causado por el nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, todavía hay incertidumbre sobre cómo funciona este virus, ya que no se había identificado previamente en humanos.
Transmisión de COVID-19:
Lo que sí sabemos es que el modo principal de transmisión es a través de las gotitas respiratorias que se liberan cuando la gente estornuda, tose o exhala. El virus también puede propagarse indirectamente cuando las gotas caen sobre objetos y superficies alrededor de la persona infectada, como mesas, picaportes y pasamanos. Las personas pueden infectarse al tocar estos objetos o superficies y luego tocarse los ojos, la nariz o la boca.
Pero la gran pregunta es: ¿podemos contraerlo de nuestra comida?
Para combatir el virus y su propagación, es importante comprender la ciencia detrás de COVID-19. Esta ciencia está evolucionando continuamente a medida que surgen nuevas pruebas, pero como se mencionó, sigue habiendo cierto misterio.
La opinión clara sostenida al comienzo de la pandemia por fuentes confiables, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia de Normas Alimentarias (FSA), fue que no se sabe que se transmita COVID-19 por exposición a alimentos o envases de alimentos y que el riesgo de alimentos o materiales en contacto con alimentos como ruta de transmisión del SARS-CoV-2 a través del consumo de alimentos o la manipulación de materiales o envases en contacto con alimentos es muy bajo. Sin embargo, la FSA ha reconocido que el factor de incertidumbre es alto.
Las experiencias de brotes anteriores de coronavirus relacionados, como el coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV) y el coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), muestran que la transmisión a través del consumo de alimentos no se produjo. Aquí, es importante diferenciar el peligro de un riesgo, la mera presencia de un agente infeccioso en los alimentos no significa necesariamente que ocurrirá una infección.
El sector alimentario del Reino Unido tiene la suerte de tener ya implantados sistemas de gestión de la higiene de eficacia probada. El Gobierno sigue aconsejando que los explotadores de empresas alimentarias sigan las directrices de la FSA sobre buenas prácticas de higiene en la preparación de alimentos y sus procesos de análisis de peligros y puntos críticos (HACCP).
Esta opinión ha sido respaldada recientemente por la respetada Comisión Internacional de Especificaciones Microbiológicas para Alimentos (ICMSF), que acaba de completar su propia revisión. La ICMSF cree que es “muy poco probable que la ingestión de SARS-CoV-2 provoque una enfermedad; no hay evidencia documentada de que los alimentos sean una fuente y / o vehículo importante para la transmisión del SARS-CoV-2 ”. Si bien la ingestión del virus podría potencialmente resultar en una infección por COVID-19, no se ha informado de transmisión oral a través del consumo de alimentos. Además, el SARS-CoV-2 no debe considerarse un peligro para la seguridad alimentaria, ya que un verdadero peligro para la seguridad alimentaria entra en el cuerpo humano con los alimentos a través del tracto gastrointestinal.
Creo que COVID-19 tiene el potencial de afectar la seguridad alimentaria indirectamente. Las restricciones que muchos países han establecido para controlar la propagación del virus han conmocionado al sector alimentario mundial tanto económica como socialmente en toda la red mundial de suministro de alimentos. Hemos visto importantes interrupciones en los recursos humanos, como cambios en el personal clave; cadenas de suministro de ingredientes, empaques, productos terminados y equipos, junto con el transporte de personas, materiales y mercancías. El papel que juegan los profesionales de la alimentación para ayudar a las empresas a asegurar y garantizar los alimentos nunca ha sido más importante.
Existe incertidumbre entre el público ya que el consejo de que no hay transmisión por los alimentos parece algo contrario a la intuición. Al comienzo del brote, una consumidora me preguntó si podía contraer el virus de los alimentos enlatados, ya que un hombre que estaba a su lado en el supermercado había tosido sobre unas latas de tomates. ¿Eran seguras las latas? Le expliqué que mi principal preocupación no sería tocar las latas de tomate, sino que alguien tosiera tan cerca de mí. Después de todo, se trata principalmente de una enfermedad respiratoria.
Hasta la fecha, no existen casos probados, correlación científica o asociaciones entre el consumo de alimentos y COVID-19. En mi opinión, es muy poco probable que el SARS-CoV-2 constituya un riesgo para la seguridad alimentaria. La retrospectiva es la única ciencia exacta, solo una vez que termine esta terrible pandemia seremos capaces de evaluar completamente el impacto sanitario, social y económico de este desastre global. Entonces, deberíamos poder aprender lecciones en términos de salud pública y el impacto en la red mundial de suministro de alimentos para cualquier crisis similar en el futuro.
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